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Perdóname Madre IV

NO REGRESARON A CASA.

En el recuerdo queda ese último momento en que se vieron.

 

En la cocina un plato con arroz, tajadas de plátano maduro, lentejas y huevos fritos, aguarda la llegada de Lorena. Sandra, su madre, atenta frente al televisor escucha el relato del presentador de noticias: “En manifestaciones, varios agentes de la fuerza pública han sido heridos de gravedad por grupos de vándalos que amenazan con la seguridad de la ciudadanía”.

 

-Mamá, papá ya no volverá. Omar salió con las botas de caucho y la pala, entró en una volqueta por los lados de la Terminal del Norte y nadie lo volvió a ver. Hace cinco años esta familia de tres, dejó de serlo. Seis pastillas diarias en el cuerpo adolorido de Sandra, pensamiento deteriorado, ojeras prominentes para pasar los tragos de aguardiente. En esa eucaristía simbólica se da sepultura al cuerpo encontrado del obrero en una fosa común, entre escombros, molido por impactos imborrables.

 

Cortinas oscuras, niebla en la mirada, levantarse, tomar el bus, recibir órdenes en el trabajo, desayunar, pensar en las heridas sin sanar, trabajar, almorzar, llorar en silencio, trabajar, perderse en el pensamiento, mirar por la ventana del bus. Cinco días a la semana, madrugar a las 4:00, regresar a casa a las 7:00 de la noche, horas que pasan, horas que se vuelan, horas que no regresan.

 

– Má, ¿cómo le fue hoy? Preguntas que se automatizan, respuestas prolongadas por gestos alimentados de la monotonía. Un día más, un día menos, un saludo más, un saludo menos. Una mujer más, una mujer menos, un padre más, un padre menos. Lorena está en la estadística del subsidio para víctimas de la violencia y desaparición forzada, es buena estudiante, no tiene a nadie más que su madre y sus amigos, a veces baila, bebe y tiene sexo, se cuestiona mucho por sus creencias, en su pierna derecha una cicatriz le recuerda aquella manifestación donde fue herida por un proyectil.

 

Levantarse, tomar el bus, recibir órdenes en el trabajo, desayunar, pensar en las heridas sin sanar, trabajar, almorzar, llorar en silencio, trabajar, perderse en el pensamiento, mirar por la ventana del bus. Una botella de tapa azul, dos cajetillas de cigarrillos y tres cervezas grandes, el pedido de Sandra en la tienda “LA BENDICIÓN” donde es habitual ver cuerpos sin vida, algo tiene esa esquina, durante más de 15 años la sangre sigue dejando manchas en el andén. Suena el teléfono celular del otro lado una voz se identifica como agente de cobro de Bancolombia. –¿Me contesta la señora Sandra Velázquez? De nuevo otra pregunta automatizada, un soplo de cigarrillo, 15 minutos de conversación, alarmas financieras, deudas con el pasado, escaso dinero para salir de las encrucijadas.

 

-Mami nos vemos más tarde, la bendición. Iba y volvía, a veces llamaba, cuando dormía en otro lugar escribía, era buena en las artes, leía mucho, el jugo de mora su preferido, en su cuarto un peluche de piolín que le regaló Omar a los nueve años, la foto de los quinces con una sonrisa que ya no se ve en Sandra, libretas con rayones en poesías que dejaba ir con las nubes en el firmamento.

 

La puerta se abre, Lorena entra sin hacer mucho ruido, escucha la voz del presentador de noticias en el cuarto de su madre, levanta un plato con contorno de flores que tapa el arroz y las lentejas. Es lo que debería pasar, pero no pasó. Lorena no está, nadie lo sabe, no hay teléfonos de amigos, ¿con quién estaba?, ¿dónde estaba?, ¿por qué no volvió?

 

Sandra toma el rosario, pide a la virgen que proteja a su hija y la regrese con bien a casa. Un par de velas iluminan entre sombras algunas imágenes religiosas. De fondo el presentador de noticias continúa su reporte: “En otras noticias el domingo nueve se llevará a cabo el tradicional día de la madre, con conciertos y entrega de flores por parte de la Policía Nacional en caravanas por los barrios de la ciudad”.

 

Las palabras dichas, los besos guardados, en memoria de las 40 víctimas mortales y más de 300 desaparecidos registrados entre el 28 de abril y el 9 de mayo de 2021 en el marco de las manifestaciones en Colombia.

 

Texto: Liberman Arango.

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