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Todo o Nada.

Lanzas los dados y cuentas el tiempo que pasa mientras repican sobre el tablero. Al fin muestran su cara, el resultado. Si hicieras cálculos y te dejaras llevar por la estadística, quizás ni los habrías lanzado, porque hay más probabilidades de que salgas jodido que victorioso. Pero la estadística también dice que de los miles de millones de personas que estamos respirando en esta esfera terrestre, apenas unos cuantos podrán decidir sobre sus vidas, el resto seguirá órdenes disfrazadas de estabilidad y tal vez una hipoteca. O sea que si ya los dados salieron de tus dedos por décima vez en la noche es porque hace mucho dejó de importar que celebrar el triunfo fuera un desenlace remoto. Si te sentaste a jugar es porque tú haces tus propias cuentas y sabes que los dados te sonreirán una vez más. Y así es. Avanzas. Sigues con vida.

Mamba Mentality. ¿Sabes por qué todos respetaban tanto a Kobe Bryant como un asesino en los últimos segundos de un partido? No era por los múltiples tiros que metió para que los Lakers ganaran. Eso se ve bonito en SportsCenter y en YouTube, y no te voy a mentir que es emocionante recordar cómo se inclinaba para atrás mientras la bola salía de sus manos directo a perforar la red. Pero la fuente de su respeto estaba en un momento previo a que la pelota entrara: el hecho de que Kobe Bryant estuviera dispuesto una y otra vez a tomar el último tiro del partido demostraba que tenía agallas. Falló muchas veces, esos momentos que no salían en las noticias. Pero cuando todos se alejaban del balón y querían delegar la responsabilidad a alguien más, era Kobe el que exigía el balón, el que estaba dispuesto a fracasar con tal de permitirse la posibilidad del acierto. Más cómodo estar en la esquina mirando la acción, nadie te culparía si quisieras ese rol. Pero si ya llegó tu turno y vas a lanzar los dados de nuevo es porque, ganes o pierdas, quieres ser tú el que determine cómo termina el disco.

Mientras los dados se rotan entre los competidores, miras y te miran. Hay mucho en juego, pero nadie quiere que su rostro revele esa historia. Todos lo saben, y lo ocultan tras los lentes de sol o una mirada inescrutable. Una ama de casa, un carpintero, una futbolista, un comerciante, una mujer joven y un hombre viejo. Si te contaran sus historias sabrías que de los orígenes disímiles surgieron personalidades fuertes que solo quieren una oportunidad para cambiar su suerte, para que no dependa de factores externos. Hay algo en común en esos ceños fruncidos, en esas manos con un temblor casi indetectable: esa certeza de que es el día. ¿Nervios? Cómo no, hay algo de eso. Pero la convicción los opaca y no deja que paralicen. Y si la convicción flaquea, espera que ese otro cigarrillo pueda apaciguar esa sombra que crece y te dice que es el momento de huir.

Si nos ponemos técnicos, la decisión es sencilla, como lo muestra el tablero: ¿quieres ser una ficha de parqués y que te muevan o ser el que elige cómo se mueven las fichas? Piénsalo bien y no respondas aún. ¿De qué depende esta decisión? En las montañas del Cauca medio, los mineros de Marmato apuestan por su suerte cada vez que entran a la mina a sacar oro. Pero hay una confusión con el concepto de “suerte”. Los mineros saben que no es un tema de azar, sino que simplemente hay una fuerza interna que algunos tienen y que los acompaña mientras no se seque. Si no tienes suerte, te espera un trabajo como jornalero con una quincena asegurada, más allá de que logres conseguir mucho oro o no; tu mano de obra paga tus cuentas. Pero si sí tienes suerte, entonces el oro te busca a ti y se aparece. Es caprichoso el oro, como el destino. Allá donde muchos buscaron y encontraron migajas, tú puedes cavar y encontrar una veta bañada en oro. ¿Por qué? Así es la suerte. Y si sabes que tienes suerte, sabes que las reglas aplican distinto para ti. Es así de sencillo. Alguien sin suerte querría ir a lo seguro, a ser una ficha. Pero tú no eres alguien sin suerte.

Los dados caen y te sacan de tu propia cárcel. Siguen cayendo las combinaciones que necesitas y avanzas un paso a la vez hacia el cielo. Ya estás en las puertas y este último tiro es absoluto. ¿Será que el destino te abraza y sonríe de nuevo? No lo sabes mientras coges los dados, los sacudes y los dejas volar. Ni siquiera tengo que decirte como acaba la película porque tú ya sabes. Todo o nada.

 

Texto: Santiago Cembrano. https://santiagocembrano.journoportfolio.com/

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